Archive for septiembre, 2018
Empiezas a comerte el mundo, dulce corazón de nuestras vidas
Mi Eloísa adorada, hoy en la mañana he visto por fin una rayita blanca y afilada en tu encía marcando el inicio de una nueva etapa en tu y nuestras vidas.
Colmas mis segundos, mis minutos, mis horas, mis días. Colmas los segundos, los minutos, las horas y los días de papá y tu hermanita. No escribo en los cuartitos de esta casa porque me paso contigo los cuartitos de nuestra casa física. Te contemplo siempre, disfruto tu olor y me regocijo como un niño en circo con tus sonrisas. Quisiera guardar para siempre en mi memoria inmediata la felicidad que siento cuando veo cómo se te ilumina la cara con tus carcajadas. Te sostengo en brazos y te veo dormir pegadiza a tu tita… y me adormezco, fundida por estar todo el tiempo pendiente de ti, sin lamentar lo que hago un solo día. Me siento cansada, por supuesto; suspiro ante la sola idea de un sueño continuo de más de seis horas, añoro pintar-coser-moldear-carvar y un montón de cosas más, pero no cambio un segundo solo a tu lado. Eres mi y nuestro regalo y no quiero parar la fiesta que tu presencia nos da. Me siento, como lo he repetido tantas veces, como si fuera por primera vez mamá, no porque la vida con Irene haya sido menos intensa, sino porque la vida con las dos siempre es una novedad. No sé si lo he olvidado todo o si el resplandor de lo que vivo y vivimos hace que solo exista el presente, juntos, sin más. Quisiera contarte mil cosas esta noche, pero prefiero dormirme añorando el minuto en que me llamas. Sentirte a mi lado, tibia, dulce, sudorosa incluso, me da una paz infinita que compensa cualquier espera y cansancio que supongas. Un dientecito asoma hoy su filo en tu encía. Ya puedes comerte el mundo, como lo ha hecho Irene por un poco más de nueve años, mi dulce Eloísa.
Comentarios recientes