Archive for septiembre, 2012

Menos cosas, más felicidad: ¿Cómo evitar el consumismo y educar en la simplicidad?

Últimamente nuestra chiquita ha empezado a expresar su deseo de tener (o retener) ciertas cosas. No nos preocupa mucho en este momento porque a fin de cuentas quienes deciden o no comprar ahora somos nosotros (otro tema es el de regalar-heredar), pero sí nos ha puesto a pensar sobre qué podemos hacer para sobrellevar nuestro mundo de consumo (y toda su avalancha de mensajes)… que si en el 2012 es complejo… ¿cómo será en diez años más? ¿Han pensado en formas de evitar el consumismo en un chiquito? Aquí van nuestras ideas -me encantaría conocer algunas más. 😉

Imagen tomada de Simple Mom.

No sé cuántas veces he hablado en esta casita sobre menos cosas y más felicidad. Sigo estando convencida de ello, pero Irene nos ha sorprendido con comentarios del tipo «a mí me encantan los regalos» o «Pepita me trae muchos regalos cuando viene», producto, sin duda, de la generosidad de sus tías. Mamá y papá insisten en que son más importantes las personas y las experiencias (y las emociones), que las cosas materiales van y vienen y simplemente nos dan comodidad. Nos esforzamos en precisar el concepto de «necesidad», pero tenemos una chiquita inquieta y argumentativa. Nos hemos dado cuenta, en resumen, que por más que nosotros intentemos mantenernos un poco al margen, vivimos en un mundo de consumo que -si no se asume de un modo consciente- puede generar muchísimas insatisfacciones (ni hablar de la posibilidad de desviar la atención hacia lo inmediato, lo efímero, lo material).

Así que ¿cómo podemos vivir con menos cosas y más felicidad y, por supuesto, cómo podemos criar y educar a una chiquita que aprenda de ello y logre sobreponerse a la presión de consumo-moda-dinero que nos rodea? No pretendemos que viva ajena al mundo sino que aprenda a tomar decisiones que no la esclavicen ni desde el deseo ni desde el tener. Aquí hay algunas conclusiones. Me voy con lista para simplificar nuestra manera de educar en el no consumismo. ¿Se podrá?

  • El ejemplo: si nosotros nos pasamos la vida acumulando objetos (comprando, heredando, guardando, etcétera), sin duda nuestro chiquito también lo hará. Si, por el contrario, logramos controlar nuestros propios impulsos y somos capaces de apuntar a una vida más simple en todos los sentidos (con menos visitas al supermercado, por ejemplo, con revisión de armarios cada cierto tiempo -aghhh, ¡me falta!-, con menos visitas a los centros comerciales y menos afanes tecnológicos -que invitan a cambiar de computador-teléfono-tablet-tv y un largo etcétera cada cierto tiempo-) seguramente nuestro chiquito también lo hará.
  • Minimizar la avalancha de anuncios (no ver televisión ayuda mucho. ¿Han visto qué tan larga es la franja publicitaria en el horario infantil y cómo se incrementa -por ejemplo- en Navidad?). En casa, los regalos son sorpresa y evitamos toda suerte de revistas, folletos y catálogos que cumplan su propósito de antojar.
  • Sirve y mucho controlar las compras (y los antojos, incluso cuando son de los chiquitos). Aunque se tengan los medios, decir «no» es una buena manera de educar al margen del consumo. Puede gustarte, puedes quererlo, pero no lo necesitás (casi nada se necesita, realmente). Nuestras palabras mágicas son: «llévemoslo dentro de la tienda un ratito para que nos acompañe y luego lo dejamos nuevamente con sus amigos». Ella se siente feliz por pasear con el objeto de su deseo (casi siempre un muñeco) por un rato y luego, con sus mismas manitas, lo lleva a su sitio y se despide con tranquilidad. Ha funcionado hasta aquí y espero que siga funcionando a pesar de los recientes: «es que yo lo quiero comprar para llevarlo a la casa, yo lo necesito», bla, bla. (Cuenta también la rotación de nuestros propios productos, decirnos «no» a nosotros y evitar andar siempre lleno de bolsas. Un niño, creo, puede entender rutinas -de mercado, por ejemplo-, pero quizás no tenga las herramientas para diferenciar entre esas compras necesarias -de comida- con las innecesarias de lujos -y ahí cada quién juzgará.)
  • Reducir los regalos que se reciben. Este tema es complejo y definitivamente supone un poco más que nuestra propia voluntad (implica, cuando menos, la capacidad de convencer a todos los tíos, abuelos y demás amigos generosos que nos quieren llenar las manos con regalos de que es más importante su compañía y amor que un objeto), pero creo que se hace necesario… sobre todo cuando el chiquito en cuestión empieza a asociar las visitas con regalo y antes de decir «hola»  pregunta «¿me trajiste algo?».
  • Regalar, reciclar, botar. Nosotros apenas empezaremos con este tema, pero el creciente volumen de juguetes exige que tomemos medidas en el asunto. Queremos que Irene participe en el ejercicio. Espero que sea fácil; si no, nuestro propio desprendimiento será fundamental (y de paso la revisión de nuestros propios armarios primero, con el pequeño a bordo, ayudando, puede ser una manera de motivarlo).
  • Disfrutar de los viejos juegos (sin aparatos y artefactos de por medio, con manos, rondas, cantos y un buen amigo, además) y del aire libre. En nuestro caso esto último es fácil por aquello de que tenemos verano todo el tiempo. Creo que es más sencillo estar con menos cuando tienes a tu alrededor un universo abierto para disfrutar.
  • Buscar un colegio y unos amigos que apunten a lo mismo. La educación prohibida habla justamente de un modelo de educación imperante que les enseña a los niños a producir para consumir (retos, premios, competencias, castigos). No ha de ser una tarea fácil mantenerse al margen, pero sin duda se simplificará más si los mensajes son más o menos parecidos. Las recomendaciones de Simplicity Parenting pueden servir una cantidad.

Podría seguir con algunos, pero los dejaré para una entrada futura porque una pequeña duendecita acaba de despertarse. Nuestra vida, en cualquier caso, sigue fluyendo cada vez más tranquilamente. Y nuestra Irene sigue iluminando con sonrisas (a veces con protestas, cada vez más pocas). ¿Su vida cómo va? 😉 [Por cierto, un buen detonante de estos pensamientos fue el capítulo de esta semana -el 7- de Según Roxi. Menos, menos, menos. Aghhh]

22 septiembre 2012 at 15:47 5 comentarios

¿Y para qué juguetes?

Este video lo compartió Nuria en Facebook. No resisto la tentación de pegarlo acá. Creo que va muy en la línea de lo que estuve escribiendo en mis últimas entradas. ¡Gracias, Nuria, por regalárnoslo! La conclusión: los niños son unos genios, sólo nos necesitan a nosotros, no más.

7 septiembre 2012 at 07:16 1 comentario

Aprender y enseñar

La maternidad (o ma-paternidad, como suelo decirle) es sin duda un camino lleno de experiencias y aprendizajes tan profundos y variables que lo que hoy pensabas que era un hecho consumado, mañana puede presentarse como el nuevo punto de partida de un gran cambio. Pues bien, después de escribir un buen número de entradas sobre las complicaciones de la ma-paternidad, hoy me aventuro a decir que «en este momento de la vida» siento que nuestros aprendizajes se intensifican (plácida y felizmente) cada vez más: Irene es en todo el sentido de la palabra (sobre todo porque pregunta, comenta, opina, propone, refuta, habla) un interlocutor fundamental en nuestra vida y sus razonamientos, conclusiones, preguntas y acciones nos enseñan más que cualquier libro o comentario que pudiéramos haber tenido a mano. No descubro el agua tibia, por supuesto, pero creo que después de tanta «quejadera» bien vale la pena actualizar y compartir nuestra refundada paz.

Comienzo por lo práctico. Iniciamos esta semana nuestra prueba de un mes del prekínder ALAS. Llevamos sólo tres días, no hemos hecho todas las actividades sugeridas, pero trabajar a nuestro ritmo y descubrir, de un modo más sistemático, cómo opera la cabecita de nuestra chiquita (con ejercicios cotidianos de matemáticas, lectoescritura, vida práctica, estimulación de los sentidos y no sé qué más) ha sido una sorpresa monumental.

Obviamente, no es que antes no me diera cuenta de cómo va desarrollándose paulatinamente nuestra hija, pero confieso que descubrir y confirmar que espontánemanete, siguiendo nuestro propio ritmo, ella ha aprendido en general lo que se espera para su edad (razonamiento abstracto que le permite, por ejemplo, clasificar; comprensión de lectura para contar y recontar historias, imaginación para crear e inventar, motricidad fina para pintar -ahora sectorizadamente-, motricidad también para aprender a cortar con tijeras, habilidades de lectoescritura para tomar un lápiz y trazar una línea entre A y B y un largo bla, bla, bla) me ha sacado más de una sonrisa y me ha dado tranquilidad. Su interés desbordado por aprender, conocer y hacer cosas dan cuenta también de lo propio de su edad, ese deseo de comerse el mundo que caracteriza a los chiquitos y que nosotros, como cultura, solemos juzgar como inquietud excesiva, insatisfacción y deseos desbordados (¿desbordantes?) que se deben aplacar.

No creo, en cualquier caso, que seguir un programa educativo concreto (llámese escuela en casa o guardería o kínder formal o lo que sea) sea necesario. Sí pienso, no obstante, que tener la oportunidad de compartir este espacio con ella, en casa, de manera personalizada y con mamá como maestra y compañera, me ha sensibilizado aún más frente a las capacidades de aprendizaje de mi chiquita y a la naturalidad de sus ritmos. Y, claro, siento un poco de paz con respecto a los cuestionamientos que a veces nos circundan y rezan (de manera automática) un «¿ya va a la guardería? Pero todo niño lo necesita». Confirmo la validez de nuestras opciones y tomo fuerzas para continuar.

Las escuelas matan la creatividad y «La maternidad me está matando»

Cierro con un par de cosas más (es un post desordenado, pero es lo que hay cuando tu hijo está a punto de despertar ;)): La educación prohibida (adjunta justo antes de este párrafo) y Según Roxi (con abrebocas al comienzo del post). La primera es una película documental muy comentada en las redes sociales, con descarga gratuita y una serie de entrevistas muy interesante que no dejaría de recomendar a cualquier padre. No habla de la escuela en casa como opción (y habría sido bonito incluirlo en su plan… a lo mejor en una segunda parte lo hagan), pero creo que sí invita a pensar, justamente, en el valor que tiene nuestra participación en la educación de los chiquitos (algo que me parece que va en mejor línea que una serie de «escuela de padres» que está llegando con el períodico que recibimos a diario en casa y que sataniza a los niños como demonios a los que hay que adiestrar). Puede verse online, en el link que está activo en su título, o descargarse en distintas versiones para verlo en casa. Nosotros optamos por lo segundo.

Con respecto a lo segundo, Según Roxi es una serie de videos argentinos que se están publicando semanalmente en internet (vía youtube) con el propósito de retratar (o al menos intentarlo) la vida de las mamás. Es divertido, extremo en algunos casos, pero también real. Digamos que ha casado perfecto en la línea de ese sinfín de cuestionamientos y dudas irresolubles que acompañan este camino.

(Dejo pegado también el segundo capítulo de Roxi. Me emocionó especialmente porque habla de todos los cuestionamientos que ahora pululan por acá).

Y no me alargo. Sé que más de una y uno sabrá a qué me refiero con este desorden de ideas ahora escrito. Estar cerca de nuestra chiquita, expresarle mis inquietudes y dudas, abrir espacios para aprender juntitas y dejar fluir nuestros propios ritmos han sido formas válidas de hacer camino. Y más sonrisas que lágrimas o deseperos nos han endulzado el recorrido.
PD. Acabó de ver el capítulo 5 de Según Roxi. Descubrí, para mi sorpresa, que la inspiración de la serie es un antinguo blog de maternidad que escribía su protagonista y creadora Julieta Otero. Así que vámonos preparando: a lo mejor en unos años vemos una serie similar con alguna de nuestras mamás. 😉 Más detalles sobre la serie y su historia, acá.

6 septiembre 2012 at 07:15 3 comentarios


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